La razón por la que oro, incluso cuando me es difícil

Lori Jane

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Sep 18, 2020
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Central Florida USA
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Por esta razón me arrodillo delante del Padre, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra. Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios. Efesios 3:14-19 ( NVI)
La oración ha sido uno de los mayores desafíos en mi vida cristiana. Aunque sé que soy guiada, motivada, invitada y a menudo obligada a orar, todavía lucho con la oración, y esto se centra principalmente en tres áreas.

Primero, he luchado con la concentración. ¿Por qué será que en cuanto inclino mi cabeza para orar, mis pensamientos comienzan a dispersarse? En lugar de comunicarme verdaderamente con Dios, comienzo a pensar en lo que necesito preparar para la cena, o lo que voy a usar para un evento especial, o cuándo puedo programar un café con una amiga. O estoy tan cansada que simplemente me quedo dormida en la tranquilidad del momento.

La segunda área con la que he luchado es la consistencia: hacer tiempo a diario para reunirme con el Señor en oración. ¿Con qué frecuencia me distrae el sonido de mi teléfono, o el ladrido de mi perro me interrumpe, o estoy tan ocupada que salto de la cama en el último minuto y comienzo mi día sin ninguna oración real?

Y he luchado con el contenido, simplemente sabiendo qué decir y cómo decirlo.

Mientras buscaba la victoria en estas tres áreas, le pedí a Dios que me diera soluciones. ¡Y Él las tiene! El poner mi alarma más temprano permitiendo encontrarme con el Señor antes de comenzar mi día, me ha ayudado con la consistencia. Escribir mis oraciones me ayuda, no solo con el contenido, sino también con la concentración. Ha sido útil incluir cuatro elementos en mis oraciones escritas: adoración, confesión, acción de gracias e intercesión.

Comienzo mis oraciones adorando a Dios por quien es, porque cuando me enfoco en Él, es asombroso cómo mis propias necesidades y problemas se reducen de tamaño en comparación con quien Él es. Entonces me miro y confieso el pecado, que ahora parece obvio, revelado bajo la luz de Su santidad y Su gloria.

No me castigo por mi pecado, sino que, una vez que lo menciono, entro en acción de gratitud a Aquel que me ha perdonado y limpiado. En este punto, estoy lista para presentar mis peticiones e interceder por los demás.

El apóstol Pablo oró por los seguidores de Jesús en Éfeso, y yo oro esas palabras por nosotras mientras buscamos acercarnos a Dios:

Por esta razón me arrodillo delante del Padre, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra. Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios. (Efesios 3:14-19)

Recuerda, el propósito de la oración no sólo es obtener respuestas. Es también desarrollar una relación íntima y personal con Aquel que te ama, que se entregó por ti y que anhela que vivas a la luz de Su presencia. Alcanzar el propósito hace que este esfuerzo valga la pena.

Abba, Padre, gracias por el privilegio de venir a Tu presencia. Gracias por ayudarme a superar mis desafíos con la concentración, la consistencia y el contenido mientras elijo perseverar en la oración. ¡Te amo! El acercarme a Ti en oración, vale la pena cien veces más. Cuando vengo ante Ti, aunque mis oraciones sean débiles y vacilantes, por favor vuélvete a mí. Ayúdame a mantenerme enfocada en mi relación Contigo. En el Nombre de Jesús, Amén.